El grado de éxito que se alcanza en las organizaciones depende directamente de la implicación que tienen las personas en los niveles y en las responsabilidades que a cada uno le competen. Una vez planificada la actividad, el resultado que se obtenga dependerá fundamentalmente de la motivación de las personas que llevan a cabo las acciones previstas.
Las organizaciones deben fomentar el desarrollo de sus capacidades y propiciar una actitud positiva ante el trabajo para que colaboren con su creatividad a la mejora continua.
Ante este panorama, se consolida una nueva concepción de la dirección de las personas que valora la creatividad, la innovación y la flexibilidad; el trabajo en equipo, la calidad de la atención a los usuarios, la autoevaluación y su consiguiente mejora continuada; la formación permanente y el gusto por el trabajo bien hecho, desde el convencimiento de que todo ello redundará en la calidad del producto o del servicio que presta la organización.
Para lograr esa implicación de las personas que una organización excelente requiere, es preciso confiar en el personal, conferirle un grado de autonomía amplio en relación con las actividades que realiza, incorporar sus aportaciones a los procesos de mejora, reconocerle públicamente y promover su desarrollo profesional y personal.
Pero lo más importante comienza en la selección del personal, debemos asegurarnos que la persona encaja con el puesto que se quiere cubrir, que tiene aptitudes y actitudes y que comparte los valores y principios de la organización.
Os dejamos un vídeo muy interesante al respecto.